En este espacio se evoca, mediante cartas de particulares, documentos públicos, poesía y sabiduría popular, la esencia de un pueblo, el sentir de su gente: sus recuerdos, valores, emociones, anhelos y preocupaciones.
El medio epistolar y la tradición oral nos trasla-dan a un pasado enterrado para siempre por obra de las nuevas tecnologías de la información.
En el centro de la isla se sitúa el árbol, de cuyas ramas brotan sobres entreabiertos, a modo de hojas, para representar lo que, de la vida de cada persona, acabó echando raíces en este lugar y lo que circunstancias tornadizas, como el viento, llevaron a otros destinos. En el tronco quedaron grabadas palabras que tuvieron sentido y cuya lectura nos invita hoy a hacerlas propias. El árbol está en los primeros albores que olvidan el invierno y hace mención al resurgimiento del ciclo de la vida del que formamos parte.
Se han seleccionado varias cartas originales que narran pequeñas historias de vida, escritas por hijos o enamorados en su sufrimiento por la ausencia de las personas queridas, la lejanía impuesta por la guerra, el servicio militar, el internado de estudios o la añoranza de unos abuelos por su nieta.
Hay reproducidos varios documentos públicos que ayudan a entender aquel otro orden social y moral existente y que hoy nos parece tan distante y de otro tiempo.
Se completa con un compendio de dichos, refranes y versos de un antepasado del pueblo que reflejan la cultura popular.
El relieve de las manos en el suelo es obra de los vecinos más longevos en el momento de erigirse este monumento, cuyos nombres están escritos de su propio puño y letra. Cada impronta aisladamente evoca lo efímero de la existencia individual, pero to-das juntas dan testimonio de una presencia colectiva que conforma la historia del pueblo de El Oso.
Con todos estos elementos inmersos en un círculo, se sugiere el valor de nuestros recuerdos, lo intangible de nuestro pueblo y los sentimientos de nuestra gente que perduran. Nos