La vivienda tradicional estaba distribuida en dos plantas: La inferior se situaba medio paso por debajo del nivel de la calle. Junto a la cocina se disponía la despensa, el recibidor y la sala con las cámaras dormitorios, apenas separadas por una cortina. La parte superior de la casa, o sobrado, se dedicaba al almacenaje de enseres y al secado y conservación de diferentes productos del campo y la matanza. Hoy se nos hace difícil imaginar vivir sin luz, electrodomésticos y agua corriente.

La cuadra, el muladar, las cochineras y los establos también formaban parte de la casa, en una continuidad de vida entre personas y animales. Los animales domésticos se dedicaban como animales de tiro (bueyes y burros), al consumo propio (gallinas y cerdos) y de compañía (perros y gatos). Todas las viviendas tenían el pozo con una pila; además, en el pueblo existían fuentes y lavaderos públicos. Analizado el trazado lineal que forma el conjunto de El Oso se concluye que sigue el curso de las corrientes de agua, la dirección de los afluentes desde la Sierra de Gredos que discurren por el subsuelo de la Moraña.

Un gran pañuelo es el motivo principal de esta isla, simbolizando y reconociendo la importante función que desempeñaba la mujer rural en el hogar. En su interior, se ha recreado una cocina como estancia más característica de la casa. En el exterior, una pesebrera, un molino y un brocal con una pila que, acompañado por diferentes utensilios colocados en un basal, evocan otros tantos elementos de la vivienda y, en conclusión, la vida tradicional rural en el hogar definitivamente desaparecida a mediados del s. XX.

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